Durante nuestro reciente viaje ministerial, debimos suspender casi la mitad de nuestras actividades, y realizar solo las que tuvieran más asistentes. Aunque el evento estaba financiado sin importar el número de personas, entendimos que nuestra movilización de personal y recursos no era por el dinero, sino por la misma gente. Fue una decisión que representa poner límites que eviten el cansancio innecesario, y nos empujen tanto a nosotros como a nuestra contraparte a esforzarnos por el mercadeo de un evento.
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