Hace un par de años he empezado a pensar acerca del
principio de sucesión, el saber preparar a quien puede sustituir a uno de los miembros de mi equipo directivo cuando yo ya no esté. Ante las especulaciones de los colaboradores y voluntarios, reflexiono que no encuentro fácilmente quien me sustituya -y esto no es cuestión de capacidades. A mis amigos y a mí Dios nos ha formado en tres características, que creo que un sucesor debe tener.
- Inversión sacrificial personal de dinero y tiempo. (2 Corintios 12:14-15)
- Disponibilidad a sufrir ataques al liderazgo e identidad. (1 Pedro 4:1-4)
- Capacidad para vivir con contentamiento bajo liderazgo. (Tito 3:1-5)
Ni yo mismo supe que viviría esto cuando asumí un cargo directivo ministerial por primera vez. Hoy confío en que Dios enviará quien desee tomar este reto en el futuro.
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